LA IGLESIA QUE INVITABA PREDICADORES
Fui a la Iglesia como todos los domingos y noté al momento
del sermón una cara desconocida. Era una visita, un "coach" que
comenzó hablando de manera muy agradable y con una gran sonrisa. El tiempo pasó
rápido y entre anécdotas e historias inspiradoras volví a mi casa con el deseo
de cambiar y ser mejor cristiano. A mitad de semana estaba abrazando nuevamente
la tristeza y frustración de haber vuelto a foja cero.
Al próximo domingo invitaron a un psicólogo. Cuando comenzó
su sermón pude entender cómo las emociones me afectaban y que si cambio mis
pensamientos puedo cambiar mis acciones y por ello mi vida. Me fui contento
porque entendí todo, descubrí nuevas cosas y me determiné a cambiar.
A los dos días la angustia me volvió a visitar y deseaba el
domingo nuevamente.
Cuando llegó el día esperado, fui a la Iglesia. Allí estaba
otro invitado, de traje y corbata, elegante, con voz firme y valiente. Pensé:
"éste si me va a ayudar". Era un predicador que se hacía llamar
"apóstol y profeta"; nos habló sobre las riquezas del cielo y cómo
supuestamente Dios tendría que bendecirnos si "pactábamos" nuestra
bendición. Ese pacto era una ofrenda en dinero y muchas personas pasaron al
frente llevándolo. Por un momento dudé, pero, confiando en ese hombre, fui y
también hice mi pacto. En la semana tuve que refinanciar mi deuda con la
tarjeta de crédito, no recibí una bendición económica. Ahí me di cuenta que no
me llovería dinero del cielo y que Dios no tenía la obligación de llenarme de
riquezas. Recordé que Jesús fue un humilde carpintero, que no tenía donde
recostar su cabeza. (Mateo 8:20).
Por último, pensé que era un caso perdido. Me dije:
"este es el último domingo del mes", ojalá esté de nuevo el
psicólogo, o el coach... su mirada y su sonrisa calma me inspiraron. Pero no.
Había un nuevo invitado. Un anciano misionero, modesto en su vestir (en comparación
con el apóstol), que no usó el proyector para pasarnos imágenes, solo pasó al
frente con un libro. Era su Biblia y pensé: "prepárate para
aburrirte".
Comenzó hablando de la soberanía de Dios para con el mundo,
de cómo Él controla todos los sucesos en nuestra existencia y me asusté cuando
citó Deuteronomio 32:39... nunca había visto a Dios de esa forma. Algo se
empezó a encoger en mi alma (quizá mi orgullo). Nos llevó a recordar los diez
mandamientos, y lo que Jesús dijo al respecto. Al ver que fallaba en casi todo,
no encontraba posición en mi silla que disimulase mi inquietud. Algo en mí se
rebeló... "¿Por qué me dice estas cosas?" , "¿acaso no venimos aquí
a ser alentados? ". Casi me levanto y me voy, pero algo no me dejó
despegarme del asiento. Siguió su exposición y entre diferentes versículos y
pasajes entendí que no necesitaba un coach para vivir. Que Dios era Quien me
daba fuerzas (Isaías 40:29). Cuando recordé al psicólogo y lo bien que explicó
el tema emocional, no tuvo comparación cuando escuché Filipenses 4:6-8; allí
había algo que no practicaba... "Oración y dependencia". La promesa
del versículo 7 inundó mi corazón con aliento. Cuando explicó Romanos 8:28 me
sentí seguro y contento porque entendí que las cosas malas de la vida también
me acercan a Dios y sus propósitos. Cuando leyó Filipenses 4:11-13, fue como si
me quitaran una raíz del corazón. El deseo de riquezas y prosperidad se
esfumó... Si el gran apóstol Pablo pensaba de esa manera, ¿por qué yo debería
reclamarle a Dios cosas materiales?
Por último, ya no podía levantar mi mirada... El peso de mi
pecado me estaba aplastando. Y fue cuando escuché esa palabra
"arrepentimiento". Cuando leyó Juan 6:37 comencé a llorar... «Todo lo
que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera». Saber
que Él no me rechazaría fue hermoso y consolador. La soledad que sentía fue
expulsada por algo nuevo. Clamé pidiendo perdón y limpieza por mis pecados....
(1 Juan 1:9) Y creí su promesa.
Al finalizar el culto, no solo salí con mis preguntas
respondidas. Me di cuenta que nunca había sido salvo, que solo iba a la Iglesia
a buscar soluciones a mis problemas. Que nadie me había hablado sobre el Dios
de la Biblia y su evangelio. Y que las respuestas y guía a mis problemas
siempre estuvieron ahí, en esa vieja biblia poco leída.
2Ti 3:16-17:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para
enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
SOLA SCRIPTURA
Por José Mauricio Vega
Por José Mauricio Vega
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán.
Basta a cada día su propio mal.
Mateo 6:31-34