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sábado, 4 de enero de 2020

¿Qué te preocupa? ¿De verdad eres creyente?




LA IGLESIA QUE INVITABA PREDICADORES

Fui a la Iglesia como todos los domingos y noté al momento del sermón una cara desconocida. Era una visita, un "coach" que comenzó hablando de manera muy agradable y con una gran sonrisa. El tiempo pasó rápido y entre anécdotas e historias inspiradoras volví a mi casa con el deseo de cambiar y ser mejor cristiano. A mitad de semana estaba abrazando nuevamente la tristeza y frustración de haber vuelto a foja cero.

Al próximo domingo invitaron a un psicólogo. Cuando comenzó su sermón pude entender cómo las emociones me afectaban y que si cambio mis pensamientos puedo cambiar mis acciones y por ello mi vida. Me fui contento porque entendí todo, descubrí nuevas cosas y me determiné a cambiar.

A los dos días la angustia me volvió a visitar y deseaba el domingo nuevamente.
Cuando llegó el día esperado, fui a la Iglesia. Allí estaba otro invitado, de traje y corbata, elegante, con voz firme y valiente. Pensé: "éste si me va a ayudar". Era un predicador que se hacía llamar "apóstol y profeta"; nos habló sobre las riquezas del cielo y cómo supuestamente Dios tendría que bendecirnos si "pactábamos" nuestra bendición. Ese pacto era una ofrenda en dinero y muchas personas pasaron al frente llevándolo. Por un momento dudé, pero, confiando en ese hombre, fui y también hice mi pacto. En la semana tuve que refinanciar mi deuda con la tarjeta de crédito, no recibí una bendición económica. Ahí me di cuenta que no me llovería dinero del cielo y que Dios no tenía la obligación de llenarme de riquezas. Recordé que Jesús fue un humilde carpintero, que no tenía donde recostar su cabeza. (Mateo 8:20).

Por último, pensé que era un caso perdido. Me dije: "este es el último domingo del mes", ojalá esté de nuevo el psicólogo, o el coach... su mirada y su sonrisa calma me inspiraron. Pero no. Había un nuevo invitado. Un anciano misionero, modesto en su vestir (en comparación con el apóstol), que no usó el proyector para pasarnos imágenes, solo pasó al frente con un libro. Era su Biblia y pensé: "prepárate para aburrirte".

Comenzó hablando de la soberanía de Dios para con el mundo, de cómo Él controla todos los sucesos en nuestra existencia y me asusté cuando citó Deuteronomio 32:39... nunca había visto a Dios de esa forma. Algo se empezó a encoger en mi alma (quizá mi orgullo). Nos llevó a recordar los diez mandamientos, y lo que Jesús dijo al respecto. Al ver que fallaba en casi todo, no encontraba posición en mi silla que disimulase mi inquietud. Algo en mí se rebeló... "¿Por qué me dice estas cosas?" , "¿acaso no venimos aquí a ser alentados? ". Casi me levanto y me voy, pero algo no me dejó despegarme del asiento. Siguió su exposición y entre diferentes versículos y pasajes entendí que no necesitaba un coach para vivir. Que Dios era Quien me daba fuerzas (Isaías 40:29). Cuando recordé al psicólogo y lo bien que explicó el tema emocional, no tuvo comparación cuando escuché Filipenses 4:6-8; allí había algo que no practicaba... "Oración y dependencia". La promesa del versículo 7 inundó mi corazón con aliento. Cuando explicó Romanos 8:28 me sentí seguro y contento porque entendí que las cosas malas de la vida también me acercan a Dios y sus propósitos. Cuando leyó Filipenses 4:11-13, fue como si me quitaran una raíz del corazón. El deseo de riquezas y prosperidad se esfumó... Si el gran apóstol Pablo pensaba de esa manera, ¿por qué yo debería reclamarle a Dios cosas materiales?

Por último, ya no podía levantar mi mirada... El peso de mi pecado me estaba aplastando. Y fue cuando escuché esa palabra "arrepentimiento". Cuando leyó Juan 6:37 comencé a llorar... «Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera». Saber que Él no me rechazaría fue hermoso y consolador. La soledad que sentía fue expulsada por algo nuevo. Clamé pidiendo perdón y limpieza por mis pecados.... (1 Juan 1:9) Y creí su promesa.

Al finalizar el culto, no solo salí con mis preguntas respondidas. Me di cuenta que nunca había sido salvo, que solo iba a la Iglesia a buscar soluciones a mis problemas. Que nadie me había hablado sobre el Dios de la Biblia y su evangelio. Y que las respuestas y guía a mis problemas siempre estuvieron ahí, en esa vieja biblia poco leída.

2Ti 3:16-17:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

SOLA SCRIPTURA

Por José Mauricio Vega

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. 

Basta a cada día su propio mal.

Mateo 6:31-34